viernes, 7 de octubre de 2016

Un nuevo cuento viejo

Os traigo un cuento tradicional, "El fantasma del castillo", extraído de una colección llamada Cuentos escogidos (de la literatura universal) que publicó la editorial Susaeta hace ya muchos años. Anímate a leerlo: es un clásico de siempre, y los clásicos siempre gustaron, gustan y gustarán.

EL FANTASMA DEL CASTILLO

Hace ya bastantes años, un rico matrimonio ansioso de blasones, adquirió un castillo en Escocia. En la comarca se decía que el castillo tenía un fantasma, pero tanto el matrimonio como su único hijo, un muchachote insolente llamado Adolfo, se burlaban de aquella historia.
La servidumbre del castillo era la misma que tuvo con sus anteriores dueños, entre ellos un anciano mayordomo llamado Dugan y un muchachillo alegre y trabajador llamado Mac Gregor.
Se decía en la comarca que, años atrás, siendo recién nacido, Mac Gregor había aparecido junto al pozo del castillo en una noche de tormenta. Y tenía mérito que pudiera conservar la alegría, pues los nuevos propietarios y su hijo eran realmente crueles con la servidumbre.
Una mañana, la severa señora Hume, la dueña, preguntó a Mac Gregor:
- Dime, ¿eres tú el que esta noche iba por los corredores con una sábana blanca y gimiendo como un fantasma?
- No, señora Hume, yo no, pero todos saben que el castillo tiene su fantasma.
- ¡Insolente! ¡Deslenguado! Por contestar así pasarás tres días en el calabozo a pan y agua...
El anciano mayordomo quiso interceder por el muchacho, pero aquella mujer cruel no atendió a sus súplicas.
Una semana después, los Hume hicieron azotar a Mac Gregor ya que, según ellos, había vuelto a hacer de fantasma, arrastrando cadenas.
El viejo mayordomo sufría mucho por los castigos que se le imponían al muchacho y más todavía al comprender que la muerte le rondaba y nadie le protegería en lo sucesivo.
- Mac Gregor - le dijo, cuando su enfermedad se agravó - yo no voy a vivir mucho, pero vas a prometerme que, cuando no esté aquí, irás en busca de una gaita que hay en el desván. Cuando te sientas desgraciado o triste, toca la gaita.
Al día siguiente falleció aquel buen amigo y el muchacho, desconsolado, subió al
desván y halló la gaita. Por la noche, después de recibir las reprimendas de sus amos y las burlas de su hijo, se puso a tocar la gaita junto a las almenas del castillo. A los pocos minutos, una sombra se deslizó a su lado.
- ¿Qué es esto? ¿Es usted el fantasma? - preguntó Mac Gregor, que lo veía por vez primera.
- No temas, Mac Gregor; soy Lady Malcom, la antigua dueña de este castillo y siempre deseé tener un hijo como tú. Tengo que pedirte algo... Mañana ve en busca del juez y tráelo al castillo. Dirígete con él al Salón Azul y busca bajo el quinto cajoncito de la arqueta que está bajo mi retrato, en presencia del juez. ¿Lo harás?
- Se lo prometo, Lady Malcom...
Y Mac Gregor cumplió su palabra. Los Hume montaron en cólera por la presencia del juez, un bondadoso caballero que había accedido a la petición del muchacho. Y éste, en presencia de todos, buscó bajo el cajoncito indicado y pronto un segundo cajón secreto aparecía a la vista de los congregados, con un documento sellado en su interior.
El buen juez rompió los sellos y lo leyó con asombro que iba en aumento: ¡Se trataba del testamento de Lady Malcom, la antigua dueña del castillo! En él aseguraba que Mac Gregor, el niñito hallado junto al pozo era su hijo, al cual legaba sus cuantiosos bienes, guardados en un pasadizo secreto que existía en la que fue su habitación.
Los Hume recibieron el dinero que habían pagado por el castillo, pero tuvieron que marcharse, furiosos. Y Mac Gregor, como dueño y señor, fue feliz en la mansión de sus mayores e hizo felices a todos los necesitados de la comarca.

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