En pocas palabras, el primero de los libros de la serie Pociones, Filtro, cuenta la historia de cómo la princesa Evelyn, tratando de solucionar la presión a la que le someten sus padres para que contraiga matrimonio cuanto antes, bebe accidentalmente un filtro amoroso que hace que se enamore de sí misma. Y de cómo Samantha Kemi, una joven alquimista, participa en una arriesgada aventura llamada Expedición Salvaje en la que debe encontrar insólitos ingredientes para elaborar la pócima que salve a la princesa.
Así, se trata de un libro lleno de aventuras y de magia, en el que aparecen seres como unicornios, "abominables", sirenas... Un mundo cuya sociedad se divide en "dotados" (los seres humanos que tienen magia) y en "corrientes" (los que no la tienen). Sin embargo, a medida que nos adentramos en la lectura, vemos que los dotados no son tan mágicos como dicen ser, y que algunos "corrientes", como la protagonista, están llenos de magia.
Sam Kemi ha decidido participar en la Expedición Salvaje para salvar a la princesa y al reino, sacar de la ruina el establecimiento alquímico de la familia, y devolver el honor y lustre a los Kemi. Por eso, aunque ella misma se define como una "empollona" o una "rata de laboratorio", se une a su amiga y "buscadora" Kristin en esa aventura, en la que Sam también encontrará por vez primera el amor.
La historia se cuenta desde dos puntos de focalización: Samantha (narradora protagonista en primera persona) y Evelyn (narrador externo omnisciente en tercera persona). Esto puede parecer, en primera instancia, aburrido. Sin embargo, la autora tiene un acierto con el relato de Evelyn, que recuerda al mito de Narciso: el "autoenamoramiento" de Evelyn es realmente gracioso. Por ello al lector no le importa demasiado que interrumpa la narración de la acción principal para que le cuenten las locuras de la pobre princesa, que, además, no solo está a punto de autodestruirse, sino que la joven, en arrebatos furiosos por creer que le impiden estar con su verdadero amor, provoca mágicas explosiones que amenazan con destrozar el reino entero.
La historia se cuenta desde dos puntos de focalización: Samantha (narradora protagonista en primera persona) y Evelyn (narrador externo omnisciente en tercera persona). Esto puede parecer, en primera instancia, aburrido. Sin embargo, la autora tiene un acierto con el relato de Evelyn, que recuerda al mito de Narciso: el "autoenamoramiento" de Evelyn es realmente gracioso. Por ello al lector no le importa demasiado que interrumpa la narración de la acción principal para que le cuenten las locuras de la pobre princesa, que, además, no solo está a punto de autodestruirse, sino que la joven, en arrebatos furiosos por creer que le impiden estar con su verdadero amor, provoca mágicas explosiones que amenazan con destrozar el reino entero.
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